Joaquin Garcia
musico
Decimos de la música, que es el arte de combinar, de forma medida, sonidos y
silencios con la, exclusiva, finalidad de despertar de forma intima las emociones y sentimientos
de quienes se acercan a ella. A través suyo, se sublima todo un mundo interior que, con solo la
palabra, quedaría incompleto y que de otra manera, sería imposible abarcar al mostrarlo a los
ojos de la razón. Algunas veces, el músico consigue, con su obra, atrapar los sonidos de su
mente en el limitado espacio de una partitura, dando forma a los silencios del alma y permitiendo
por un breve instante la coincidencia simbiótica de ambos elementos en uno solo. Cuando eso
sucede, el autor ha trascendido en la línea del tiempo y es justo en ese momento, en el que
podemos percibir las claves que nos ayudarán a escrutar en lo más autentico del personaje y
de su obra.
¡Ay qué prodigio!
¡Ay qué portento!
la mayor maravilla
del sumo dueño
Los sentidos engañan
en el misterio
solamente el oído
subsiste ileso1...
Han pasado casi trescientos años desde que amaneció al mundo, en la Villa de Anna,
Joaquín García de Antonio, hijo de Antón García y de Josepha Sanchiz; el paisaje que sirvió de
fondo a este hecho y las causas sociológicas que propiciaron el desarraigo personal y
profesional del músico son, todavía hoy, reconocibles en el entorno del lugar que le vio nacer.
En la obra de Joaquín, encontramos una concepción intima del hecho religioso que
precede a la necesidad de proyectar su trabajo, como músico, en el tiempo y que nace de la
aceptación de la espiritualidad que profesa su entorno familiar en Anna, que él asimila en sus
primeros años de vida, y que con el paso de los años, siempre aparece reflejado en la
sublimación misma que Joaquín hace de su credo, independientemente de las situaciones que le
ofreció la vida. No estamos, en sentido estricto, en presencia de un “místico”, pero sí ante una
persona profundamente religiosa que nos describe, claramente, a lo largo de toda su obra, sus
raíces y los pilares sobre los que descansa su fe.
Como toda la música barroca hecha para las Capillas, también la de Joaquín, tiene
como finalidad solemnizar el culto y como objetivo, último, acercar el pueblo llano a Dios. Su
obra es, ante todo, una prédica que tomando como base una melodía “grata al oído”, muestra
de una manera sencilla y comprensible, el mundo espiritual a aquellas gentes del XVIII,
escasamente instruidas y mucho más preocupadas por los problemas terrenales de su entorno
que por la búsqueda de la perfección, en sus vidas, a través de la fe. Si observamos el contenido
de los textos que acompañaban a las piezas musicales, vemos que en la mayoría de las
ocasiones, iban dirigidos a prevenir al pueblo de la trascendencia de los actos humanos,
abundando en la necesidad, “cuasi” didáctica, de hacer observar entre los fieles los preceptos
morales, como forma de evitar el castigo divino:
silencios con la, exclusiva, finalidad de despertar de forma intima las emociones y sentimientos
de quienes se acercan a ella. A través suyo, se sublima todo un mundo interior que, con solo la
palabra, quedaría incompleto y que de otra manera, sería imposible abarcar al mostrarlo a los
ojos de la razón. Algunas veces, el músico consigue, con su obra, atrapar los sonidos de su
mente en el limitado espacio de una partitura, dando forma a los silencios del alma y permitiendo
por un breve instante la coincidencia simbiótica de ambos elementos en uno solo. Cuando eso
sucede, el autor ha trascendido en la línea del tiempo y es justo en ese momento, en el que
podemos percibir las claves que nos ayudarán a escrutar en lo más autentico del personaje y
de su obra.
¡Ay qué prodigio!
¡Ay qué portento!
la mayor maravilla
del sumo dueño
Los sentidos engañan
en el misterio
solamente el oído
subsiste ileso1...
Han pasado casi trescientos años desde que amaneció al mundo, en la Villa de Anna,
Joaquín García de Antonio, hijo de Antón García y de Josepha Sanchiz; el paisaje que sirvió de
fondo a este hecho y las causas sociológicas que propiciaron el desarraigo personal y
profesional del músico son, todavía hoy, reconocibles en el entorno del lugar que le vio nacer.
En la obra de Joaquín, encontramos una concepción intima del hecho religioso que
precede a la necesidad de proyectar su trabajo, como músico, en el tiempo y que nace de la
aceptación de la espiritualidad que profesa su entorno familiar en Anna, que él asimila en sus
primeros años de vida, y que con el paso de los años, siempre aparece reflejado en la
sublimación misma que Joaquín hace de su credo, independientemente de las situaciones que le
ofreció la vida. No estamos, en sentido estricto, en presencia de un “místico”, pero sí ante una
persona profundamente religiosa que nos describe, claramente, a lo largo de toda su obra, sus
raíces y los pilares sobre los que descansa su fe.
Como toda la música barroca hecha para las Capillas, también la de Joaquín, tiene
como finalidad solemnizar el culto y como objetivo, último, acercar el pueblo llano a Dios. Su
obra es, ante todo, una prédica que tomando como base una melodía “grata al oído”, muestra
de una manera sencilla y comprensible, el mundo espiritual a aquellas gentes del XVIII,
escasamente instruidas y mucho más preocupadas por los problemas terrenales de su entorno
que por la búsqueda de la perfección, en sus vidas, a través de la fe. Si observamos el contenido
de los textos que acompañaban a las piezas musicales, vemos que en la mayoría de las
ocasiones, iban dirigidos a prevenir al pueblo de la trascendencia de los actos humanos,
abundando en la necesidad, “cuasi” didáctica, de hacer observar entre los fieles los preceptos
morales, como forma de evitar el castigo divino:
De brillante hermosura coronado,
ese divino sol sacramentado
que ostenta nieve, respirando lumbre,
ilustrando a la iglesia su alta cumbre,
trofeo hace un abismo de otro abismo
porque antípoda sea de si mismo
¡Oh abismo cauteloso!
postrado tu ardimiento
vendrá a ser escarmiento
vendrá a ser escarmiento
Estrago del rigor
vendrá a ser escarmiento
estrago del rigor,
del rigor
Si triunfa el Dios oculto,
en vano la osadía
de tu poder, confía
a lograr timbre y honor8
ese divino sol sacramentado
que ostenta nieve, respirando lumbre,
ilustrando a la iglesia su alta cumbre,
trofeo hace un abismo de otro abismo
porque antípoda sea de si mismo
¡Oh abismo cauteloso!
postrado tu ardimiento
vendrá a ser escarmiento
vendrá a ser escarmiento
Estrago del rigor
vendrá a ser escarmiento
estrago del rigor,
del rigor
Si triunfa el Dios oculto,
en vano la osadía
de tu poder, confía
a lograr timbre y honor8
Un elemento que nos va a resultar clave para entender el camino recorrido por la obra
de Joaquín, desde el momento mismo de su creación hasta nuestros días es la insularidad. No
tanto en el sentido de la ausencia de permeabilidad del maestro ante las influencias musicales
exteriores, que es evidente que las hubo y favorecieron el desarrollo posterior de la música en
las islas, como en sentido contrario. Resulta evidente que el viaje de retorno de su música hacia
la península, no se dio en su época ni tampoco con posterioridad, al menos en la medida que
hubiese requerido la calidad de su trabajo.
de Joaquín, desde el momento mismo de su creación hasta nuestros días es la insularidad. No
tanto en el sentido de la ausencia de permeabilidad del maestro ante las influencias musicales
exteriores, que es evidente que las hubo y favorecieron el desarrollo posterior de la música en
las islas, como en sentido contrario. Resulta evidente que el viaje de retorno de su música hacia
la península, no se dio en su época ni tampoco con posterioridad, al menos en la medida que
hubiese requerido la calidad de su trabajo.
Dejádmele dar dejádmele dar
un bocado a mi bien embozado
dejadme dejádmele dar
A mi amado, a mi dueño
a mi dueño y galán
Dejad dejad, dejádmele dar
supuesto que esta hoy de fiesta
pues de gracia quiero estar
pues de gracia quiero estar
Dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar
dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar
Coplas.
Gran fineza que ha dejado su casa por mi lugar
y esto es verdad y esto es verdad
pues yo creo que está aquí tan glorioso como allá y aún algo mas
tiene aquí pues hace gala de su gloria accidental
Es el trigo por el Corpus y niño por Navidad
que buen disfraz, que buen disfraz
por Pentecostés paloma y cordero por San Juan
y en realidad el es hombre como hay Dios sin poner ni sin quitar
Dejádmele dar dejádmele dar
un bocado a mi bien embozado
Dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar dejádmele dar
un bocado a mi bien embozado
dejadme dejádmele dar
A mi amado, a mi dueño
a mi dueño y galán
Dejad dejad, dejádmele dar
supuesto que esta hoy de fiesta
pues de gracia quiero estar
pues de gracia quiero estar
Dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar
dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar
Coplas.
Gran fineza que ha dejado su casa por mi lugar
y esto es verdad y esto es verdad
pues yo creo que está aquí tan glorioso como allá y aún algo mas
tiene aquí pues hace gala de su gloria accidental
Es el trigo por el Corpus y niño por Navidad
que buen disfraz, que buen disfraz
por Pentecostés paloma y cordero por San Juan
y en realidad el es hombre como hay Dios sin poner ni sin quitar
Dejádmele dar dejádmele dar
un bocado a mi bien embozado
Dejadme, dejadme dejadme dejádmele dar dejádmele dar
Las cantadas tienen su origen en la cantata italiana que nace en siglo XVII y llega en las
primeras décadas del XVIII a la península. Son en su momento un signo de modernidad y no es
de extrañar que un músico como Joaquín que vivió su introducción y desarrollo en el periodo de
formación, las adoptase como signo identificativo de su manera de componer. La cantata típica
de mediados del siglo XVII se compone de varias secciones con una estructura interna que no
es necesariamente fija, aunque a finales de siglo, encontramos el esquema de aria da capo y el
recitativo y la regularidad en la alternancia recitativo / aria.